Sobre las obras de J.L.Borges  

Lo aceptemos o no, la humanidad está dividida en grandes capas que se distinguen según sus concepciones del mundo, es decir, según sus ideas religiosas y cosmogónicas y sus nociones morales, las que, prácticamente, es imposible reducir a un común denominador, porque lo que para unos es  verdad, para los otros no lo es. Esto se  manifiesta de forma singular en las  humanidades y especialmente en la literatura filosófica, política y publicitaria. Pero las bellas artes optan al universalismo y por eso parece éticamente incorrecto expresar en ellas ideas que desprecien las creencias de los grandes sectores de la humanidad. Así las bellas artes, aunque tengan otras cualidades valiosas, pierden su sentido universal y se convierten en una opinión preconcebida.

Las obras de Jorge Luis Borges pertenecen precisamente a esta fila de  escritos problemáticos. Es difícil relacionar su obra con un género determinado, porque por su forma corresponde a las letras, a menudo de carácter fabulesco con un matiz fuertemente alegórico, y por su contenido representa una especie, yo diría, de la parcialidad religiosa y filosófica, a veces hasta belicosa, que revela en el escritor una fuerte lucha interna y sobre todo con las ideas religiosas del cristianismo, las que con una franqueza abrumadora procura destronar casi en todas sus obras. Un ejemplo vivo en este aspecto lo representa su “ Historia de la eternidad ”.

  Aquí, razonando sobre la Santísima Trinidad que encierra en sí la esencia de  la idea cristiana acerca del amor y de la moral, él escribe:       

 “Imaginada de golpe, su concepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en un solo organismo, parece un caso de teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir. El infierno es una mera violencia física, pero las tres inextricables personas importan un horror intelectual, una infinidad ahogada, especiosa, como de contrarios espejos”.

  Seguramente atribuyendo a los símbolos un carácter carnal, considera a la Santísima Trinidad como una “teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir” . Hasta el infierno, que él vincula sólo con la violencia física, no es tan horrible  en su imaginación como las tres Personas de la Trinidad que le “ importan un horror intelectual, una infinidad ahogada, especiosa, como de contrarios espejos”. Pero ese parecer no es casual. Como veremos, está ligado con su negativa de la divinidad de Cristo y los intentos de probar que Jesucristo es sólo “ un delegado ocasional del Señor, un incidente de la historia, no el auditor imperecedero, continuo …”. Y en lo que se refiere a la religión cristiana, ésta se presenta a sus ojos como un “monstruo” a quien en su tiempo salvó  el santo Ireneo. He ahí cómo dice: “Así Ireneo se propuso salvar el monstruo y lo consiguió .”  

   Lamentablemente, estas palabras  de la “Historia de la eternidad” comprenden el contenido principal de toda la obra de J.L.Borges  que en sus trabajos se desarrolla alegóricamente.

   Con relación a esto se pueden destacar como símbolos cardinales de toda su obra   el laberinto y la eternidad, o la ciudad eterna, que  están presentes en ella directa  o alegóricamente. Y antes de todo en sus cuentos  “El Inmortal”, “Tlön, Uqbar, Orbis tertius” y “La Casa de Asterión”. En los primeros dos de éstos, tanto bajo la Ciudad de los Inmortales como  la Planeta Tlön,  se adivina una alterada representación de las nociones cristianas sobre la Ciudad Eterna  Jerusalén y   el Reino de Dios. En ambos cuentos domina la idea de la negación de toda clase de orden, armonía y simetría , las que, como se sabe, según la enseñanza cristiana, constituyen la base del universo.

  El laberinto que cerca la Ciudad Eterna, simboliza  el único camino hacia ella. Este camino en la religión cristiana se determina como sacrificial, construido sobre la aspiración de la perfección moral y la belleza. Pero según Borges este camino está predestinado sólo para confundir al hombre. En su cuento “ El Inmortal ” él escribe:

 “Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura , pródiga en simetrías , está subordinada a ese fin” .  

    La observación “ arquitectura , pródiga en simetrías” atañe justamente al concepto de la belleza moral,  que, al juicio de Borges, es absolutamente absurda e inventada, como son  absurdas e inventadas tanto la moral en general como la idea del Reino Celestial o de la Ciudad Divina. Y su logro no justifica del todo los sacrificios penosos que requiere:

     “Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido Laberinto: - escribe en el mismo relato, - en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían, pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de alcanzarlo”.

    No es difícil adivinar que el cántaro simboliza el Reino de Dios, que es la Ciudad de los Inmortales. El afán de alcanzarla, al juicio de Borges, es imposible de saciar por dos motivos. En primer lugar porque no se puede salir del laberinto embrollado para llegar al cántaro; y en segundo lugar porque   en aquel cántaro no hay el agua esperada. Pero la imaginación de Borges de todos modos hace al  héroe salir del laberinto y ¿qué es lo que él ve entonces?

   “Yo había cruzado un laberinto, pero la nítida Ciudad de los Inmortales me atemorizó y repugnó.    - así expresa Borges su sentir respecto a la Ciudad y después la describe de esta manera:

   “Esta Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz. No quiero describirla; un caos de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigre o de toro, en el que pulularan monstruosamente, conjugados y odiándose, dientes, órganos y cabezas, pueden (tal vez) ser imágenes aproximativas.”

   Es un cuadro verdaderamente surrealista de la Ciudad de los Inmortales que apenas puede presentarse en una pesadilla, algo de la serie de “La última cena” de Salvador Dali. La paz, la armonía, la belleza esperada de esta ciudad resulta ser fruto de las invenciones de unos dioses  locos y muertos. En realidad lo que reina allá es un caos espantoso que, según Borges, constituye el fundamento del universo. Su conclusión es sinónima: no existe la lógica en el Reino y, consecuentemente, no existe la moral: “No hay méritos morales o intelectuales ”. Esa conclusión   no se refiere solamente a este relato particular, sino que resalta por toda su obra.

    Su otro   relato – “ Tlön, Uqbar, Orbis tertius” - está construido sobre una idea similar. El planeta Tlön también tiene rasgos del Reino Celestial de los cristianos,  ordenado según las leyes divinas, las que Borges en pos de Nietzsche considera inhumanas, porque, a su juicio, son inhumanos todas las reglas, todos los órdenes, cualquier armonía en general. Él  sostiene que  “el contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles”. Pero si el Reino como tal no existe, está claro que tampoco existe la moral. Tanto el uno como la otra son fantasías de un demente y  embustero que ha construido el laberinto.

   El cuento “La Casa de Asterión” se dedica justamente a ese “demente”, es decir, al monstruo Asterión, cuyo modelo fue el Minotauro mítico, el constructor del laberinto de Creta. Pero la semejanza del Asterión de Borges con su prototipo mítico es sólo exterior, ya que en realidad en él se siente el mismo “monstruo”, salvado por Ireneo, mas ahora en la persona de Jesucristo. Excepto un par de sus últimos renglones, el relato representa un monólogo de este monstruo reflejando, como en un espejo cóncavo, las palabras del Salvador y Juez cristiano.

Así, haciendo alusión a la llamada de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt 12, 28), Borges pone en la boca de Asterión la siguiente propuesta: “es verdad que sus puertas - se trata de las puertas del laberinto - (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera”.  

    La promesa de Cristo del Juicio se refleja en las palabras del monstruo: “ yo castigaré a su debido tiempo”.

La declaración del mismo: “ No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios… no hay un solo mueble en la casa”, insinua l a enseñanza de Cristo acerca del alejamiento de cualquier voluptuosidad y lujo.

Las palabras: “ La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo........Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo”, ironizan la divinidad de Cristo.

La réplica: “ - ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo - .El minotauro apenas se defendió,” alude a la sumisión de Cristo, a Su “nó” al empleo de la violencia ante la maldad.

Como hemos visto, todo aquí es como un espejo cóncavo que tergiversa las enseñanzas de la religión cristiana. Hasta la denominación   “Salvador”  aparece como sinónimo de la de “homicida”, porque Asterión cree que, matando a los hombres, en realidad los salva, del mismo modo como a él mismo lo salva, matándolo, Teseo. Pero ¿a quién simboliza Teseo, matando al “salvador” y “liberando” al mundo? ¿No es al héroe del “Deutsches Réquiem”? Mas a éste volveremos más adelante.

    Se puede traer muchos ejemplos semejantes, pero me limitaré a sólo uno más, a saber, al “Fragmento de un evangelio apócrifo ”, donde Borges, igual que Nietzsche, hace la paráfrasis de las Bienaventuranzas de Cristo y de las leyes de Moisés, dándoles un sentido opuesto.

 He aquí algunas de ellas.

  - A las palabras de Cristo “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3) , Borges las reemplaza con las siguientes: “ D esdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra”.  

- En lugar de las palabras de Cristo “ Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”, él escribe: “ Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto”.

- En lugar del mandato “ que guardes la Ley de Yahvé tu Dios” (1 Cro 22, 12),  propone: “ No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron”.

- El precepto “ No matarás” (Ex 20, 13) cambia por: “ El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa”.  

- En vez del precepto de Cristo: “ si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna” (Mt 5, 30), Borges  aconseja: “ Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide” .   

Y así  sucesivamente.

    Al rechazar de esta manera la cosmovisión cristiana ¿qué es lo que Borges propone a cambio o qué   prefiere a ella? 

      A esta pregunta contesta él mismo en su cuento “El Inmortal”: “ Máz razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostaní, en esa rueda, que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto”.   Ese su concepto del Eterno Retorno en el cuento homónimo Borges   lo fundamenta desarrollando tres argumentos: la astrología, el testimonio de Nietzsche y, como él mismo se expresa, la “ concepción de los ciclos similares no idénticos”. (Aunque en sus otros relatos estos ciclos aparecen absolutamente idénticos y se repiten punto por punto). 

    En la “Biblioteca de Babel ”, donde a ésta la presenta como un modelo del Universo, Borges aplica la idea sobre la ausencia de cualquier  orden en él, ya que el único orden  que acepta consiste en el desorden repetido eternamente. “ Si un eterno viajero, - dice, -  la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden”).

  En su otra obra “ La lotería en Babilonia” el   Universo se presenta como Babel, donde la que reina y maneja la vida de todos es la lotería, o interminable juego de casualidades. Es decir, la vida del hombre no se determina por sus buenas y malas acciones, sino por el azar.

   Y bien,   resulta que no existe un universo ordenado  como no existe ningún Dios, sólo hay un caos absoluto y eterno. Y ¿qué tiene que sentir el hombre en este mundo, creado no se sabe por quién y por qué?

   Su punto de vista personal en lo que a esto atañe, Borges lo expresa en la “Historia de la Eternidad”: “ Es una pobre eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedor y sin arquetipos. La formulé […] “Sentirse en muerte””.   He ahí la fórmula para el hombre – “Sentirse en muerte”. Si la eternidad carece de sentido y es dolorosa, entonces la salvación se encuentra en la muerte. Con esta conclusión se termina el relato “El Inmortal”. La misma parte del cuento “Utopía de un hombre que está cansado ”. Aquí se aplica la idea sobre la naturalidad del suicidio, basada en el postulado de que el hombre es tanto el dueño de su propia vida como  de su propia muerte. Por eso puede matarse si quiere. 

    No hay duda de que la tal conclusión se debe a su creencia de que la moral es absurda. Borges piensa que a Dios totalmente no le importa quién fue uno en la vida, un homicida, una víctima o un salvador, porque así como cada persona, también Dios es a la vez dos cosas: el bien y el mal; Caín y Abel.  De eso se tratan “ Los Teólogos ”,  “ Historia del guerrero y de la cautiva ”,  “ Biografía de Tadeo Isidoro Cruz ”    En el poema “ Quince monedas ” él dice:

“… Hubo por vez primera la muerte.

Ya no recuerdo si fui Abel o Caín”.

Lo mismo repite en las  “Otras inquisiciones” :

“ Yo y el Otro; yo y mi doble que es mi amigo y mi enemigo. Identidad de los contrarios: Caín y Abel, traidor y héroe, víctima y verdugo”

      Al  basarse en el postulado sobre la dualidad del hombre, Borges justifica  cualquier acción de aquél:

    “… todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes . No hay méritos morales o intelectuales [ ...] Por sus pasadas o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir ” (“El Inmortal”). Pero de aquí surge la pregunta sin respuesta: ¿qué son para Borges el mal o las infamias, de donde vienen estas nociones para él, si no existe la moral que los determine? Es una de las numerosas contradicciones en las que inevitablemente cae Borges en sus confusiones.

     La ideología de Borges deja una impresión muy deprimente. Es un callejón sin salida.  Con relación a esto su figura se presenta en una forma bastante trágica. En su obra no hay ni un rasgo del amor humano o espiritual, porque, negando la moral y la razón, él a la vez niega el amor.  Pero al negar estas nociones, él, en realidad, así las une; pues inconscientemente entiende que son inseparables y están en la esencia de la vida. Mas por una extraña obstinación prefiere morir antes que aceptarlo. Se pierde todo el sentido de la vida.  Como consecuencia   en los hombres vivos ve sólo productos de los sueños no se sabe de quien. Como si contradiciendo a Dios que a la pregunta de Moisés, cuál es su nombre, había contestado: “ Yo soy el que soy ” (Ex 3 , 14), Borges en su “ Everything and Nothing ”, hablando por boca del Creador, dice a  Shakespeare: “Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo eres muchos y nadie” .

   Se puede seguir la misma idea en sus poemas: “ El Sueño ”, “ Sueña Alonso Quijano ”, “Un ciego ”, “ Cierva blanca ”, en el cuento “ Las ruinas circulares ” y en otras obras.

   Y bien ¿cual puede ser el resultado de esta ideología? Es aterrador de imaginar, porque el único efecto posible de la divulgación  de su criterio de la vida por su desesperación lleva al arbitrio total y la violencia; a la destrucción completa de la imagen divina en el hombre, según la cual fue hecho; a la ley de la jungla sobre la tierra y hacia las cosas parecidas.  Además esa ley ya está vigente en el mundo. Y, lamentablemente, adrede o no, Borges con sus obras favorece su desarrollo. ¿Quién es el que habla por la boca del alemán al final de su “Deutsches Réquiem” sobre la formación de un orden nuevo “ de la violencia y de la fe de la espada” en el mundo ? ¿ Quien es? que dice: “Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno”.

¿Un alemán dispuesto a sacrificar su propio país por el bienestar de los otros países ( “Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones” )? Es poco creíble (para no decir que carece de sentido) y no solamente para un alemán, sino para cualquier otro. (Se podría entender, si hubiera dicho “para dominar sobre otros paises”). Entonces ¿quién es él que habla aquí en nombre del alemán?... ¿Quien es que no acepta “las serviles timideces cristianas” y al mismo tiempo preconiza el cielo: “Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno” ? Yo no lo se y hasta no puedo imaginar…

  Al parecer, las conclusiones de Borges no lo satisficieron ni a él mismo, porque, a pesar de todo, él busca a Dios, a aquel Dios a quien niega. En un lugar en las profundidades de su conciencia  arde débilmente una esperanza que se revela en algunos de sus relatos como “ El Alef ”, “ El Zahir ” y “ La rosa de Paracelso” : ¿y si lo encuentra en… la Cabala?...

    Sea como sea, a pesar de la inmensa  erudición de Borges y la viva imaginación de artista que tiene, vemos que su concepción del mundo, arrastrando a la humanidad hacia el caos, no es admirable para un cristiano que considera la vida como una flor cultivada por el Creador, justamente, gracias a la ordenación del caos.   Esa ordenación se llama  moral y representa el eje de la vida. Es la misma cosa que la justicia suprema. Negarla significaría negar la justicia, la que cada hombre necesita, porque al fin de cuentas, no importa que religión confiese el hombre, él siempre quiere que le traten moralmente. En el caso contrario grita: “¡Es injusto!”

Bs.As.2006

 

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